Les saludo con afecto y les agradezco su presencia en este acto que, como hemos visto, representa un paso significativo en el camino del CAID para ofrecer a sus usuarios, pero también a la población en general, informaciones que contribuyan a mejorar la atención de las personas con discapacidad.
Descrita, grosso modo, la funcionalidad del mapa, quiero reflexionar en voz alta sobre la trascendencia de la Red Nacional de Apoyo a la Discapacidad, porque este proyecto no es meramente una innovación tecnológica: es un propósito social y humano.
El concepto de red forma parte de muchas disciplinas, pero dos interpretaciones, la teológica y la sociológica, nos interesan particularmente porque, en nuestro contexto, adquieren una significativa relevancia. Aunque diferentes, ambas comparten la solidaridad como principal fundamento.
Para la teología, la red tiene el valor simbólico de la comunión que, desde el punto de vista semántico, quiere decir «participación en lo común». Es red tejida con los diferentes hilos que aporta la comunidad. De manera metafórica, los hilos que tejen la Red Nacional de Apoyo a la Discapacidad son todas las instituciones que, más allá de sus fines constitutivos, bregan todos los días por una sociedad más inclusiva.
En sociología, la red está concebida como espacio que une a las personas con lazos de diversa índole, pero siempre procurando el beneficio de todos. Son lazos de una solidaridad que busca aumentar el capital social del grupo, empoderarlo o favorecerlo de alguna otra manera.
Esta iniciativa del CAID que acabamos de presentar conjuga ambas perspectivas. Aspiramos a que todas las entidades y organizaciones miembros de esta Red se imbuyan y abanderen de los derechos de las personas con alguna condición, reivindicando su igualdad humana y social, al tiempo que mejoran sostenidamente los servicios que ofrecen. En uno y otro sentido, la tarea es colectiva.
Al respecto, permítanme evocar una frase del papa Francisco contenida en su tercera encíclica Sobre la fraternidad y la amistad social, de octubre de 2020. Es una frase que corresponde a un momento de la humanidad, la pandemia de la covid-19, de gran temor y desesperanza.
Dijo el papa:
« Cada día se nos ofrece una nueva oportunidad, una etapa nueva. No tenemos que esperar todo de los que nos gobiernan, sería infantil. Gozamos de un espacio de corresponsabilidad capaz de iniciar y generar nuevos procesos y transformaciones».
De eso se trata en nuestro caso: de que todos y todas nos sintamos corresponsables de que la vida de las personas con discapacidad sea satisfactoria porque gozan de atención especializada oportuna, porque son tratadas con respeto de su integridad moral y de su dignidad, y porque forman parte por derecho propio de todos los espacios sociales, políticos, económicos y culturales.
El CAID continuará cumpliendo fielmente su compromiso misional, pero confía en no hacerlo solo, sino en una red cada vez más grande y fuerte, cuyos hilos canten a la esperanza y a la fraternidad. Este paso de hoy es uno más en ese camino que a veces pude parecernos fatigoso, pero que, les aseguro, vale la pena emprender.
No quiero despedirme sin antes reconocer la valiosa colaboración que prestaran a este proyecto las autoridades del Consejo Nacional para la Discapacidad, apoyando con entusiasmo la idea cuando la planteamos por primera vez.
A todos ustedes, nuestro profundo agradecimiento por su respaldo.