El especialista en psiquiatría infanto-juvenil Edison Rodríguez, explica cuáles son las señales de depresión en niños y niñas con discapacidad y cómo prevenirla.
Este 10 de septiembre se conmemora el Día Mundial para la Prevención del Suicidio, uno de cuyos principales factores de riesgo es la depresión, a la que no son indemnes los niños y las niñas con discapacidad.
Edison Rodríguez, psiquiatra infanto-juvenil con más de siete años de experiencia en el área, es parte del equipo de especialistas del Centro de Atención Integral para la Discapacidad (CAID). Desde su vasta experiencia, acumulada durante su ejercicio en los hospitales Docente Doctor Francisco Moscoso Puello e Infantil Doctor Robert Reid Cabral, habla sobre la atención que es necesario prestar a los síntomas depresivos en niños y niñas con la condición de discapacidad.
“Contrario a lo que podría pensarse, nuestra población también se encuentra en riesgo de presentar problemas de salud mental por algunas características particulares, como la rigidez de pensamiento, la impulsividad y la dificultad para entender conceptos abstractos como la muerte, lo que coloca a nuestros niños y niñas en un riesgo mayor”, argumentó el especialista.
La edad y el nivel del desarrollo son relevantes para determinar qué cambios en el comportamiento del niño o niña hacen visible una posible depresión u otros trastornos del ánimo.
“Lo más importante es entender que la depresión se comporta de manera diferente según el nivel de desarrollo y la edad biológica del niño o niña. Los de tres a seis años presentan situaciones vinculadas con su alimentación, sueño, funciones básicas del organismo, ansiedad y dificultad para separarse de los padres o persona de confianza”, agregó Rodríguez.
Mientras que en los niños y niñas de seis a doce años, las señales más características son la tendencia a la irritabilidad, el desempeño deficiente en las actividades escolares, cambio de ánimo y llanto frecuente, alteraciones extremas del sueño y alimentación.
“Esto va a depender del nivel de compromiso cognitivo, ya que una cosa es compromiso en la interacción social y otro es la capacidad intelectual. Si el niño tiene el desarrollo intelectual que le corresponde, se comportará de una manera más típica. Ahora, si ese desarrollo es moderado o severo tendrá más dificultad para verbalizar sus necesidades o expresar emociones”, explicó el psiquiatra.
¿Cómo detectar la depresión en un infante con discapacidad?
El profesional de salud mental, explicó que para un padre o madre notar el inicio depresivo en sus pequeños, es de suma importancia tomar en cuenta las alteraciones en sus comportamientos habituales.
“Por lo general, las madres y padres se dan cuenta cuando el niño o niña cambia sus patrones de comportamiento, dígase alimentación, sueño, pierde la capacidad o tiene dificultad para el juego. Se debe prestar atención para determinar si estos cambios son persistentes en el tiempo. Si no son persistentes, no se consideran alerta de depresión”, indica Rodríguez.
“Toda persona puede fluctuar –añade–. Hay días en los que tenemos mejor o peor ánimo, pero cuando esto se vuelve crónico o dura más de dos semanas, hay más riesgo de que sea un tema depresivo”, dijo el psiquiatra infantil.
Medidas de prevención
Para Rodríguez un factor que marca la diferencia son los métodos y formas de comunicación, ya que la mayoría de los niños y niñas con discapacidad, como el trastorno del espectro autista, tienen deficiencias en la comunicación verbal y necesitan de tácticas de comunicación no verbal para mejorar el encuentro interpersonal y la convivencia.
“La principal medida de prevención es la comunicación, y en nuestros pequeños en particular es un tema muy complicado, ya que lo más afectado es precisamente la comunicación. De ahí que fomentamos en los padres la comprensión de que no toda la comunicación es verbal, hay estrategias de comunicación no verbal que les permite saber qué les sucede a sus hijos”, explicó Rodríguez.
En las orientaciones que ofrece destaca la importancia del cuidado de la salud mental, tanto de los niños y niñas con discapacidad como de las personas designadas para su cuidado, ya que estos, por lo demandante de sus rutinas, suelen descuidarse de ellos mismos, lo que repercute en el menor atendido.
“Debemos optimizar las medidas de prevención, sobre todo a nivel de la familia y los cuidadores. El autocuidado del cuidador es muy importante, porque es lo que garantiza que los padres y demás personas que intervengan en la asistencia del niño o niña puedan responder a las necesidades afectivas de sus pequeños, así como las intervenciones terapéuticas adecuadas”, enfatizó el profesional.
Rodríguez reiteró a los padres y familias que no hay un mínimo de edad para llevar los niños donde un experto en salud mental.
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