Mirar al niño y a la niña, y no a la discapacidad

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Al prescindir del abordaje social, la reducción de la discapacidad a problema de salud pública profundiza las brechas sociales.

SANTO DOMINGO.-  Dirigir la mirada al niño o niña y no a su discapacidad, es requisito imprescindible para cambiar el modelo médico, todavía prevaleciente, que ha convertido la discapacidad en un problema de salud e ignorado su entorno social,  con notorias consecuencias sobre las políticas públicas.

La propuesta no es novedosa. Desde el 2013, UNICEF propugna un cambio de mirada que invierta las formas en que las sociedades se relacionan con los niños y niñas con discapacidad y  fomente un enfoque de derechos. Esto propiciaría la potenciación de las herramientas para la vida, transformaría la autoimagen del niño o niña con discapacidad y la percepción que de ellos tienen quienes los rodean.

Quien así habla es Sergio Meresman, integrante del equipo de inclusión de la discapacidad en la Oficina Regional de UNICEF (LACRO), psicólogo, magister en Salud Comunitaria y especialista en desarrollo inclusivo, invitado por el Centro de Atención Integral para la Discapacidad (CAID), como parte del programa previo a la formulación del plan estratégico institucional.

Producir este nuevo enfoque, apunta Meresman, «no es simplemente una cuestión filosófica, sino que tiene muchos efectos en la biografía de los niños y las niñas con discapacidad. Si no modificamos la manera en que se los mira y trata, no vamos a modificar la manera en que se ven a ellos mismos. Esta es una cuestión fundamental porque como nos miramos, como vemos nuestras posibilidades y nuestro proyecto de vida, es decisivo en nuestra biografía».

Al prescindir del abordaje social, la reducción de la discapacidad a problema de salud pública contribuye de manera notoria con el mantenimiento y profundización de las brechas sociales. Los niños y niñas latinoamericanos con discapacidad tienen mayores probabilidades de deserción escolar, de desnutrición, de sufrir violencia y discriminación, de no recibir estimulación temprana y de sentirse infelices.

«Como psicólogo, como psicoanalista que trabaja desde hace muchos años cerca de la infancia con discapacidad —abunda Meresman—, sé que las marcas y cicatrices que deja en la vida de esos niños y niñas la posibilidad de ser castigado, de no estar bien alimentado… son mucho más dolorosas y tienen muchas más consecuencias que la propia discapacidad».

En opinión del experto, los señalamientos anteriores deben estar presentes al momento de emitir un diagnóstico clínico que al mismo tiempo catalogue, cerrando las puertas a reflejar la mejoría en la condición producida por la terapia y la habilitación.

En esa perspectiva, la Convención de los Derechos de las Personas con Discapacidad, subraya, tiene dos enfoques fundamentales para la inclusión: el de derechos, que refiere a las acciones políticas y legislativas de los Estados en materia de discapacidad, y el de autonomía que implica un cambio cultural del que forman parte, entre otras cosas, el empoderamiento de las personas con discapacidad, la construcción de una nueva narrativa y la articulación de redes de apoyo.

En resumen, en el contexto de la Convención, el enfoque social y de derecho de la discapacidad obliga a despatologizar, desdramatizar, desetiquetar y desestigmatizar la diferencia, al tiempo sugiere plantearse preguntas sobre la idoneidad del manejo de los niños y niñas con discapacidad, y si este contribuye con lograr la inclusión efectiva.

«Venimos hablando de deconstruir un modo de crianza calificada de “especial”. Esto de ser “especial” tiene que ver muchas veces con tener bajas expectativas sobre sus posibilidades y desarrollos (de los niños y niñas). Es muy importante que podamos intervenir sobre las expectativas; cuestionar la sobreprotección y la infantilización», apuntó Meresman.

Respecto a las instituciones que trabajan con la discapacidad, en este caso el CAID, y el papel que están llamadas a jugar a favor de la inclusión, el especialista abordó varios temas y planteó líneas orientativas para un mejor desempeño misional. Entre ellas citó la construcción de una base estadística, optimizar los procedimientos diagnósticos y de certificación, instituir programas de formación permanente del personal, y generar redes de apoyo y rehabilitación comunitarias.

Por considerarla de interés para el personal médico y terapéutico del CAID, las familias usuarias y el público en general, reproducimos completa la intervención del doctor Meresman.